Pulir, que viene del latín polire, también implica suavizar, decorar, embellecer: esto es lo que hacen las pulidoras por nosotros, la acción y el efecto de alisar, dar lustre y tersura a un objeto, hasta dotarle de una superficie satinada o brillante.
Los procedimientos son distintos procesos industriales, como la abrasión (manual o mecánica) y el endurecimiento por deformación (con la utilización de un bruñidor). Las pulidoras pueden definirse también como lijadoras de baja velocidad, provistas de almohadillas de lana o espuma en lugar de papel de lija.
Se utilizan en muebles y electrodomésticos, motovehículos, manufactura de metales, para la limpieza de soldaduras, pintura, barnices, cemento y paredes. No sólo eliminan daños y defectos de la pintura, como rayones y remolinos, sino que realzan el brillo mediante el acabado final.
Muchas de ellas son neumáticas, con escape de aire hacia abajo o trasero. Algunos modelos, como la Pulidora Beg 250, incluyen aspirador de virutas.
Existen tres diseños:
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